Para empezar la llegada fue algo tormentosa, como siempre suele ser cuando se va para allá, nos dejó el vuelo de conexión porque los queridos US citizens tuvieron a bien considerar a Horacio como una amenaza terrorista o peligro biológico para el país, por lo que al pobre cabrón lo sometieron a una cavity search en la segunda inspección, jaja, lo que ocasionó evidendetemente que por andarlo esperando perdiéramos el vuelo en Houston. Afortunadamente parece que a los texanos les encanta ir para New Orleans y había un vuelo cada hora para allá, así que llegamos sólo con un par de horas de retraso. Ya en el destino final nos premiamos con un viaje en limo, para llegar como celebridad a la entrega de los oscares al hotel en donde nos quedamos como en cuartos sardina para ahorrar un poco, bueno, pues adentro no nos iban a estar cuidando ¿no?
Algo de falta de organización. Mucha gente. Aproximadamente 30,000 ortopedistas de todo el mundo en la reunión más grande del estilacho. En la semana, pues academia y Bourbon Street. Había que partir la vida en 2 para poder atender como se debe ambas cosas.
Debo confesar que definitivamente New Orleans no es como la imaginaba, tenía una utópica idea de que la Bourbon St. iba a ser como un santuario del Jazz, cafés y galerías; nada más alejado de la realidad, ya que resultó ser lo más parecido a Sodoma y Gomorra de los tiempos modernos. No digo, sin embargo, que no me haya gustado, sólo que fue diferente (y lo dicen los 321476538 collares que me traje para acá). El resto del French Quarter resultó muy agradable. Por cierto, ya por allá, si los invade la nostalgia de la comida mexicana, como me pasa a mi una y otra vez, les recomiendo "Taquería Felipe", excelente intento de tacos y quesadillas acompañados de una caguama Carta Blanca.
Bien, pues les dejo algunas más fotos del asunto. Nos estamos leyendo. Continúo para escribir un post sobre los padrecitos cogelones.
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